El verano llega a su fin y el otoño llama a la puerta insistentemente. Adiós a los días de calor, a la luz, la alegría, las vacaciones...Cuando era más joven me daba mucha tristeza que llegara este tiempo, ahora ya no. He aprendido a disfrutarlo y me encanta ver la transformación de la naturaleza. Los colores cálidos, las puestas de sol, el paso de las grullas por el cielo, las temperaturas suaves... Es curioso que, cuantos más años cumplo, menos pienso en el tiempo que se va y más en vivirlo y aprovechar cada minuto. Me ocurre como aquella metáfora que leí una vez , en la que decía que cuando somos niños tenemos una bolsa llena de caramelos hasta arriba, cada uno de ellos simbolizan los años. En la juventud los comemos deprisa, sin apenas masticar, pero a medida que se van gastando y con ellos nuestros años, los comemos despacio, saboreándolos cada vez más porque sabemos que nuestro tiempo se acaba y hay que vivir cada momento al máximo y sin prisa.
El otoño es una estación bonita, con sus características especiales, como todas. A mí, por ejemplo, me encanta ver la alfombra de hojas que cubre las aceras y el sonido que hacen al pisarlas. También me gustan los días de lluvia tras los cristales porque invitan a la reflexión , al recuerdo y a la inspiración. También tenemos fiestas importantes para divertirnos, como la del Pilar, la de Halloween, el Día de la Música y el del Maestro ( que yo los celebro mucho), y también podemos degustar, los exquisitos huesos de santo, o los buñuelos de viento, los pestiños ( mi madre los hacía riquísimos) y las rosquillitas fritas. Todo esto para los golosos,entre los que me encuentro.
Este año, creo que mi otoño se divisa tranquilo, aunque nunca se sabe lo que depara el futuro. De momento llegará pronto la operación de los ojos, y eso es buena noticia, y también algunas cosillas más, que espero se den bien, como algún pequeño viaje. Desde que empezó la pandemia he estado confinada en mi ciudad y he salido muy poco por miedo al contagio, pero ya es tiempo de apartar los miedos, y con las correspondientes medidas, salir un poco del agujero y vivir. Ayer , paseando por las calles del centro, me alegró mucho ver que todo vuelve a cobrar vida, las tiendecitas, los hoteles, los restaurantes....vuelven a abrir sus puertas y llenarse de gente, lo mismo que antes, o más si cabe.
En resumidas cuentas, que cambiamos de estación y hay que disfrutar las cosas buenas que ello nos trae.