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miércoles, 24 de julio de 2019

UN RECUERDO PARA LOS ABUELOS


El próximo día 26 se celebra el día de los abuelos, un fecha que tenía muchas ganas de que llegara porque, para mí, lo mismo que para muchos otros, los abuelos son algo muy especial. Tuve la suerte de conocer a los cuatro y guardo en la memoria momentos felicísimos pasados con ellos. Sé que algunos de los que pasáis por aquí ya tenéis nietecillos, lo que aprovecho para desearos un feliz día en su compañía, siempre que se pueda, y sino, cuando el tiempo y las circunstancias lo permitan.
Os dejo este cuento que escribí en especial para que tanto niños como abuelos disfruten con él.

EL PROBLEMA DE MARGARITA LIBREJO CIENLETRAS

Margarita Librejo Cienletras estaba en el jardín de su casa tomando el sol plácidamente con un libro en la mano . Cualquiera que la hubiera visto pensaría que estaba en la gloria, pero no era así. Su nieto la había metido en un embrollo de "toma pan y moja". La había apuntado al concurso de cocina de abuelas que se iba a celebrar en el colegio, y desde entonces no vivía ni tenía resuello. ¡ Pobre mujer!

¡Un concurso de cocina, madre mía !- se decía a sí misma- ¿Pero qué voy a hacer yo allí si no sé hacer ni un huevo frito en condiciones? Lo que no se me quema, lo dejo insípido, o  me paso de sal o se queda medio crudo...¡Menudo desastre! ¡Y a ver cómo le digo yo al niño que no voy! Todos irán con sus abuelas candorosas, expertas maestras culinarias, que sabrán hacer unos platos riquísimos, y yo seré la única que no sepa. ¡Qué ridículo más grande! Si es que en mi vida no he hecho otra cosa que leer y leer...pero de cocinar...poco, poco..."

El tiempo corría deprisa y debía encontrar una solución lo antes posible. Fue a ver a su amiga Encarnita Perejil, excelente repostera. En un plis plás le preparó una  tarta de chocolate con nata que estaba para chuparse los dedos, pero cuando Margarita fue a hacerla ella misma, el chocolate se le agarró, le quedó un sabor a quemado bastante desagradable y terminó en la basura.
-¡Bueno!- se dijo-¡ No nos pongamos nerviosos! Voy a ver si  Teresa Picatostes me da la receta de esas  galletas con crema que le salen tan buenas cuando vamos a merendar a su casa.

Y para allá fue la mujer, apurada y esperanzada a la vez.
Y Teresa estuvo muy gustosa en darle la receta, pero cuando Margarita llegó a su casa...
¡Hasta las doce de la noche estuvo probando a ver si le salían las dichosas galletas ! ¡No conseguía dar con el punto exacto y que le quedarán comestibles! Harta y hasta el moño ( que no lo tenía) se fue a acostar con toda la cocina patas arriba, sin haber hecho nada  y con sensación de inutilidad total.

Escuchó en el reloj dar la una, las dos, las tres..., daba vueltas y vueltas en la cama como un molinillo sin poder pegar ojo, hasta que  a las cuatro de la madrugada pensó...  "... tal vez...no pierdo nada si miro en el viejo libro de cocina ..."

Se levantó de un salto y fue hasta la estantería. Le costó un poco encontrarlo, pues como no lo manejaba nunca estaba en el lugar más recóndito. Escondido y lleno de polvo. Después de unos cuantos estornudos, lo abrió y buscó algo decente para hacer. ¡Imposible! Todo le parecía muy difícil y los ingredientes eran un problema porque su despensa no disponía de la mayoría.

Abatida y echa polvo le sorprendió la mañana del día del concurso. Ya no había tiempo. Pero no podía presentarse así ante su nietecito, le haría quedar mal delante de los demás compañeros y sentiría vergüenza. ¿Qué podía hacer?

A las doce del mediodía todos estaban con sus abuelas en el colegio, habían traído sus exquisiteces , a cual más rica y elaborada. Orgullosas , las abuelas, daban a probar sus  platos. Las tartas de tres chocolates, las pastas de cabello de ángel, las yemitas de San Antonio...¡y qué se yo cuántas cosas más!.

 Hasta que le llegó el turno a Margarita que había estado callada en un rincón con una  bolsa del supermercado en la mano. Se colocó en medio de la estancia, mandó a los niños que se sentaran en el suelo haciendo un círculo y les repartió a cada uno una bolsita de pipas que había comprado en la tienda, después dijo:
" He disfrutado mucho con todo lo que habéis traído y merece todo mi respeto y admiración, pero siento decir que mis dotes para la cocina son nulas y antes de que cojáis un dolor de barriga por mi culpa he preferido hacer lo que realmente me sale bien...¡Contar cuentos!"
Se escuchó un "ohhhhh" gigante . Grandes y chicos  acomodaron bien sus traseros y se dispusieron a oir. La voz de Margarita sonó clara y segura:
"Había una vez..."

Durante los minutos que estuvo hablando no se movió una mosca. Grandes y chicos escuchaban entusiasmados, mientras comían su bolsa de pipas con avidez, y al terminar, el aplauso fue apoteósico. ¡Todos salieron encantados!

Margarita no ganó el concurso pero hizo lo que mejor le salía en el mundo y quedó muy , muy, muy satisfecha. A la salida se le acercó el abuelo de Pepito Corchete, para felicitarla mientras la invitaba a café. Ella aceptó sin pensarlo dos veces... ¡Era tan apuesto...! ¿Será éste el comienzo de ...."una amistad especial"?

                                             

Obra registrada  nº 1907241516811

jueves, 18 de julio de 2019

DOÑA BAILARINA

Saludos , amigos. Otra vez estoy de vuelta después de unas semanas de retiro, que no han sido precisamente  de vacaciones, sino que algunos temas personales me han tenido "secuestrada", pero ya estoy aquí dispuesta a comenzar la actividad de nuevo. Y para empezar os dejo este cuentecito infantil con sus ilustraciones, que también son mías. Espero que os guste y sirva para mitigar las altas temperaturas que estamos padeciendo


Doña Bailarina se asomó a la ventana de su Casa Azul. Le gustaba ver caer la lluvia a través de los cristales y recordar viejos tiempos. Porque Doña Bailarina no siempre fue vieja, hubo un tiempo en que tenía la piel lisa y hermosa...¡Y un montón de admiradores!

Trabajaba en el " Circo de los Sueños". Hoy aquí, mañana allá, y muy poquito tiempo para descansar.

Por aquellos años Doña Bailarina tenía un serio problema: " Se había enamorado de Don Payaso como quien no quiere la cosa". Sin embargo él no se daba cuenta de ello, ni siquiera cuando ella, solícita y cariñosa, le ayudaba a ponerse la peluca antes de la función.   
                                  
Doña Bailarina estaba triste, muy triste, y no sabía qué hacer ¡Tantos admiradores como tenía y se fue a enamorar precisamente de uno que no le hacía caso!

-¡Se necesita ser tonta!- pensaba amargamente

Un día que estaba tan afligida que no le apetecía ensayan, se acercó a ella su amiga Doña Trapecista y le entregó una carta misteriosa.
-¡Qué bonita !- exclamó Doña Bailarina-  Es de un admirador secreto ¡Y qué  cosas más cariñosas dice!...¡Oh, y aquí me llama " grácil mariposa".

Y a partir de entonces las cartas empezaron a llegar con frecuencia. Entonces, Doña bailarina estuvo hecha un mar de dudas. Don Payaso le gustaba mucho, pero...¡aquel admirador secreto decía unas cosas tan bonitas! ¡ y lo de "grácil mariposa", le sonaba tan bien!

Y mientras tanto, el circo seguía su marcha, recorriendo pueblos y ciudades cada vez más grandes. Su fama crecía como una bola de nieve...hasta que llegaron a Villa Espejo, la ciudad más importante del mapa. Y todos los artistas circenses preparaban con empeño su número para quedar bien ante tan numeroso público.
                                                 
 Por fin llegó el día del estreno de la función. La actuación dió comienzo con normalidad y el público parecía que lo estaba pasando bien. Malabaristas, magos, trapecistas...fueron aclamados con gran ovación. La lona parecía que se iba a venir abajo. Don Jefe sonreía satisfecho...¡Hasta que le llegó el turno a Doña Bailarina! Subió por la cuerda, hizo un par de piruetas en el aire, miró hacia abajo, vió en una esquina a Don Payaso que le guiñaba un ojo...y se puso tan nerviosa que resbaló con el pie izquierdo y cayó, ante el asombro y estupor de los que lo veían.

Don Payaso, con el rostro desencajado por el susto, saltó como un resorte hacia el centro de la pista a socorrer a Doña Bailarina, que tendida en el suelo, no acertaba a comprender qué le había pasado. En medio de la confusión , vio un montón de pies que la rodeaban, y solo una cara muy cerquita de la suya, con una peluca verde fosforito y una enorme risa dibujada que le decía: " Estoy contigo, grácil mariposa. ¡Sólo ha sido un tropezón!".

Y Doña Bailarina lo comprendió todo. ¡Don payaso y Don Admirador Secreto eran la misma persona! ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
Don Payaso tan alegre y dicharachero con los demás, era tremendamente tímido con ella, y como no se atrevía a decir lo que sentía, lo hacía a través de notitas.

Ahora ya ha pasado mucho tiempo de aquello. Los dos se casaron y envejecieron juntos. Fueron felices y comieron perdices.  Y a Doña Bailarina, los días de lluvia le gusta recordar, y piensa en lo curioso que es el género humano... ¡ Y en cuántas personas puede haber en una sola!
                                         

obra registrada nº 1907181460885