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domingo, 28 de febrero de 2021

LA LENGUA DESATADA

 

                                                                Imagen de la Red

          Queridos amigos y visitantes, como bien habéis podido comprobar llevo más de un mes sin escribir. No ha sido por falta de ganas, pero el exceso de trabajo ,las obligaciones familiares y también mis antiguos problemas con la visión, me han tenido un tanto "secuestrada". Ya me encuentro un poquito más relajada y mejor, aunque lo de los ojos terminará en operación , seguramente, pero no es algo grave y será más adelante.

          Os agradezco el interés que habéis demostrado muchos de vosotros al no verme por aquí. ¡Ya estoy de vuelta! Dispuesta a retomar la actividad y a o ponerme al día poco a poco.

          Os dejo, para empezar este pequeño relato de una" lengua desatada", que espero os resulte entretenido.

LA LENGUA DESATADA

Imagen de Red

          Carmencita llevaba trabajando en el restaurante bastantes años, y durante todo ese tiempo había soportado infinidad de humillaciones por parte de doña Adela, una jefecilla de tres al cuarto que se creía más lista que nadie y cuya única táctica para imponer respeto y disciplina en el trabajo eran los gritos y descalificaciones.

          Carmencita ya estaba cansada de aguantar improperios. "Un día de éstos la voy a soltar cuatro cosas, un día de éstos no me voy a contener y la vamos a tener gorda, un día de éstos...", se decía a sí misma, pero ese día nunca llegaba, y la buena de Carmencita tragaba y tragaba sin rechistar.

          Sin embargo la cuerda cada vez se tensaba más y solo esperaba el momento oportuno para estallar y liberar su tensión. Y ese momento llegó el día que doña Adela acusó a su camarera de haber llegado tarde al trabajo. ¡A ella, que siempre había cumplido religiosamente con el horario!.

          Aquella si fue la gota que colmó el vaso, y Carmencita  estalló esta vez en un arrebato de ira sin precedentes. De su boca empezaron a salir todos los reproches que llevaba acumulados de mucho años atrás. Su lengua se soltó como si tuviera vida propia, de tal manera que no solo expuso las quejas que llevaba acumuladas año tras año,  sino también todo lo que pensaba de su jefa, sin dejarse nada. Se vació por completo, dejando al descubierto sus pensamientos y reproches como si la hubieran abierto en canal.

          Mientras tanto, doña Adela no daba crédito a lo oía. De la impresión se quedó muda y anclada en el suelo. Sin mover un solo músculo,  mientras su rostro iba cambiando de color, rojo, verde, blanco, amarillo... Cuando recuperó el habla lo único que acertó a decir fue:

          -¡Queda usted despedida!

          Y Carmencita, sin pensárselo dos veces, se quitó el mandil, lo tiró con rabia al suelo y salió por la puerta con la frente bien alta, como los toreros cuando hacen una buena faena.

          Ya en la calle, y cuando recuperó la compostura, quedó admirada de sí misma y aquella valentía que había salido no sabe de dónde. Felicitó a su lengua por haber sabido poner las cosas en su sitio, aunque ella no le hubiera dado permiso para ello, y comenzó a andar, con paso firme y decidido, aliviada del peso que cargaba a sus espaldas desde hacía tanto tiempo.