Llevamos ya tantos días de confinamiento encerrados en casa
que se pierde la noción del tiempo y los días. Una ya no sabe si está a lunes,
a miércoles o a domingo, y así me ha pasado , que ayer fue San Marcos y ni me
acordé.
¿Y por qué me tenía que acordar?
Porque era el cumpleaños de mi abuelo. Si, ya sé que han
pasado mil años, que la vida ha cambiado mucho desde entonces y que ahora estoy
yo ya acercándome a su edad, pero me
gusta recordarlo porque él era una persona muy especial. Paciente, cariñoso,
trabajador, de carácter más bien
bonachón...Se llevaba bien con todo el mundo y no se le conocían
enemigos. Fue el menor de cinco hermanos, y tuvo la desgracia de quedarse sin
madre cuando solo contaba cinco años. Pasó los avatares de la Guerra Civil ,
las fatigas de la postguerra, y la vida le alcanzó para conocer los tiempos de
prosperidad que vinieron después.
Siempre guardaré en la memoria las tardes que pasaba a su
lado, sentados los dos en la mesa camilla jugando a las cartas, o contándole
los incidentes que me habían pasado en el colegio. Él escuchaba siempre con
mucha paciencia y me daba sus sabios consejos.
Murió de una neumonía, como les está ocurriendo ahora a muchos
abuelitos, que ya no podrán seguir disfrutando de sus nietos, ni los nietos de
ellos. Lo pienso y me entristece tanto... Los niños son el futuro que vendrá,
pero nuestros mayores son las raíces, el pasado del que venimos y que es
necesario proteger.
Hace unos días me decía un médico que trabaja en primera línea
de batalla con el Covid 19, que hay pueblecitos que se están quedando sin sus
abuelos, que muchos de ellos ya no saldrán a la plaza a tomar el sol ni se
sentarán en los parques a ver jugar a los niños. Han muerto solos y sin que se haya hecho lo suficiente por ellos.
Es una verdadera tragedia. Espero que todos tomemos nota de ello y
reflexionemos para que no vuelva a pasar en el futuro. Ellos no merecían ese
final.
Mi abuelo murió también a su misma edad y por una causa
similar, pero lo hizo tranquilo, en una cama de hospital con todas las
atenciones y medios de los que se disponían entonces, y con su familia al lado.
¡Qué menos que eso para que la partida sea más llevadera! Si hubiera muerto
ahora, en plena pandemia habría sido muy distinto, tal vez ni siquiera me
hubiera podido despedir de él, y por eso me duele tanto cuando lo veo en otros.
Protejamos a nuestros ancianos, ellos han hecho de nosotros lo
que somos ahora y se merecen algo mejor. ¡Se lo debemos!