domingo, 25 de octubre de 2020
NOCHE DE HALLOWEEN PARA NIÑOS
domingo, 18 de octubre de 2020
VALORES EN DECADENCIA
domingo, 11 de octubre de 2020
ÉRASE UNA VEZ...LA TELEVISÍON
Corrían los años sesenta. Yo todavía era una niña muy pequeña
y los recuerdos a veces son un poco confusos, me vienen como a llamaradas,
cosas puntuales pero que cuando las pienso parece que las estoy viendo como en
una pantalla.
Eran los años de la prosperidad. España salía del oscuro
episodio de la postguerra y se adentraba hacia un futuro esperanzador, sobre
todo para las sufridas clases medias que
tantas penalidades pasaron en la época anterior.
Mi familia, perteneciente a ese colectivo, iba también
abriéndose camino y prosperando poco a poco. Vivíamos en un barrio muy céntrico
del casco antiguo, entre la Catedral y el Alcázar, a un paso de la Plaza de
Zocodover y del Mercado Central. Disponíamos de casa propia. Una casona típica
que se dividía en varios pisos que estaban alquilados. Las rentas que eso
producía junto con los trabajos de mis padres, hizo que pudiéramos vivir de
manera desahogada. Nunca nos faltó, pero tampoco nos sobró para grandes
caprichos.
Así pues, mi padre siempre fue muy dado a comprar los últimos artilugios
que salían al mercado, y un día de aquellos llegó a casa con una televisión.,
que por entonces, no la tenía casi nadie en el barrio. En mi casa no había
ningún vecino que lo tuviera y que yo sepa por los alrededores tampoco. Era de
la marca Marconi, lo recuerdo como si la viera, las imágenes en blanco y negro,
como no podía ser de otra manera. A veces se veían un poco borrosas, cuando las
antenas que tenía arriba, como una especie de cuernos, no cogían bien la señal.
Esa fue de las primeras que salieron y se vendieron en el país, después
aparecieron otras más modernas. Las antenas de cuernos fueron sustituidas por
otras que se colocaban en lo alto de
terrazas y azoteas, a medida que las iba adquiriendo más gente.
Sólo se podía ver por
la mañana y por la tarde, por las noches no había programas, y si la encendías
solo salían un montón de puntitos
negros. Un poco antes de comenzar la emisión del día salía la carta de ajuste,
una imagen fija con un redondel y en su interior las letras TVE. Eso quería decir que media hora después empezaría la
emisión y ya no paraba hasta las doce de la noche, cuando salía la bandera de
España con el himno nacional. Después de eso se acababa todo hasta el día
siguiente.
A mí me encantaba verla un poquito por las tardes, cuando
ponían los dibujos animados del Oso Yogui, Los Picapiedra, Los
Chiripitiflaúticos, con Torrebruno, Valentina y el Capitán Tan, la Señorita
Berta y su perrita Marilín, Félix el Gato...Los sábados había un programa de
canciones y bailes que a los mayores les gustaba mucho, se titulaba ESCALA EN
IFI, y como los vecinos de los alrededores no tenían aún el aparato se venían a
casa a verlo, como si fuera una gran novedad. Y todos alrededor de la
televisión no dejaban de admirar ese gran invento.
¡Qué tiempos!¡Cómo han cambiado las cosas! ¡Quién nos iba a
decir que las televisiones iban a quedar anticuadas y que vendría otros
aparatos del infierno ( ordenadores, tablets...) a ocupar un lugar preeminente en nuestros hogares.
Dentro de cincuenta años los niños de hoy hablarán de ellos como cosas del
pasado, y qué será lo que se lleve entonces. Aunque a juzgar por los nuevos avances
tecnológicos se puede uno hacer una idea.
¿Y vosotros, qué recordáis de la televisión de antes?
domingo, 4 de octubre de 2020
LA CASA DE LAS CADENAS
Si alguna vez pasáis por Toledo no podéis dejar de visitar el
Monasterio de San Juan de los Reyes. Fue mandado construir por los Reyes
Católicos para conmemorar la Batalla de Toro y el nacimiento del príncipe Juan.
Además los reyes tenían intención de convertirlo en mausoleo real, pero después, la
Conquista de Granada les hizo cambiar de planes. A parte de ser uno de los
monumentos más representativos del arte gótico isabelino en la ciudad, llama la
atención de los visitantes unas extrañas cadenas que hay colgadas alrededor
de su fachada, y cuya historia os voy a contar.
Hubo en tiempos de Isabel y Fernando en Toledo, un afamado
herrero de cuyas sus manos salían trabajos que nadie podía igualar. Rejas , aldabones,
celosías, espadas...de belleza sin igual, y todos los nobles de las ciudad le
hacían a él sus encargos con la tranquilidad de que quedarían plenamente
satisfechos con el trabajo.
Ismael, que así se llamaba el herrero, era judío converso,
hecho que despertó en principio algunos recelos pero que después fueron pasando
hasta conseguir el sincero aprecio de sus vecinos y también el de un importante
noble que le cedió una gran mansión para que instalara allí su casa y taller.
Contaba la casa con un amplio y luminoso patio donde el herrero junto con sus
ayudantes trabajaba sin descanso para
atender los numerosos pedidos que se hacían.
Corrían los últimos años del siglo XV, y los Reyes Católicos andaban enfrascados en la larga y costosa Conquista de Granada, por lo que sus ausencias, lo mismo que las de muchos nobles eran prolongadas, y la ciudad se encontraba medio vacía, sin su alegría habitual. Sin embargo la actividad en el taller de Ismael no cesaba, su fragua no descansaba ni un momento, ni de día ni de noche, especializándose en la producción de cadenas. Los vecinos comenzaron a notar una extraña producción de las mismas y se quejaban del gran trasiego que había de carros cargándolas para llevarlas a algún sitio que desconocían. Se rumoreaba que iban a Granada pero sin saber para qué o para quién.
Así transcurrió mucho tiempo, hasta que el enigmático tráfico quedó al descubierto, cuando terminada la guerra, los primeros cristianos cautivos liberados por los Reyes Católicos volvieron a la ciudad. Uno de ellos mostró los hierros que le habían aprisionado en las cárceles nazaríes, y los toledanos allí presentes reconocieron las inconfundibles formas del herrero, su vecino.
Se desconoce lo que fue de él. No se sabe su huyó o fue ajusticiado, pero lo que si nos ha quedado es su casa: La Casa de las Cadenas, en pleno barrio judío. Hoy convertida en Museo.