Ese día la abuela se levantaba temprano y preparaba un bolso
con todos los útiles de limpieza y otro con la comida. Se ponía su chaqueta
gorda de lana, entregaba al abuelo la suya de paño y salíamos los tres a buen
paso.
A mí me encantaba ir con ellos. Me parecía una especie de aventura,
por eso iba contenta, agarrada siempre de su mano. Teníamos una buena caminata
hasta llegar al cementerio, que estaba a las afueras, y entonces no había
autobuses como ahora. Todos los
recorridos se hacían a pie. Íbamos acompañados de numerosos vecinos que también
se dirigían al mismo lugar y con el mismo fin.
En la puerta, antes de entrar al Camposanto, parábamos a
comprar un ramito de flores frescas en alguno de los puestos ambulantes que ese
día se colocaban a la entrada. Había gente que compraba ramos muy bonitos y
flores sueltas para forrar con sus pétalos la sepultura de sus seres queridos.
El abuelo, en cambio, era más austero y compraba solo el tradicional ramo de crisantemos y crestas.
Luego, una vez dentro, recorríamos un laberinto de pasillos llenos
de tumbas a un lado y otro, hasta llegar a la nuestra. Y yo no hacía más que
preguntarme cómo diablos los abuelos podían dar con el lugar exacto de la
sepultura en medio de tantas lápidas amontonadas, todas igualitas y puestas en
la misma dirección. ¡Era algo asombroso! Estaba convencida de que cuando fuera
mayor y lo tuviera que hacer sola, no sabría llegar de ningún modo y tendría un
serio problema porque me perdería con toda seguridad, y no había cosa más
terrorífica que perderse entre los muertos.
Y mientras hacía aquellas reflexiones tan serias y
trascendentales , la abuela, ajena a mis
preocupaciones, ya había sacado del bolso los detergentes y el cepillo de
raíces, y ella por un lado y el abuelo por otro, se disponían a frotar la
piedra con ahínco hasta arrancar de cuajo todo el verdín acumulado durante
meses y dejarla reluciente. Después aclaraban con varios cubos de agua y
frotaban con un paño para sacar brillo y dejar bien visibles las letras.
La abuela, en medio de
sus tareas, me contaba que allí estaban enterrados sus padres, que murieron
muchos años antes de que yo naciera y fueron los pilares en los que se asentó nuestra familia. Vinieron de un pueblo cercano
y se establecieron en la ciudad después de una vida dedicada al campo. Se manejaban
bien económicamente y pudieron comprar una buena casa en pleno centro. Allí
terminaron su existencia apacible y allí vieron la luz varias generaciones
posteriores. Yo escuchaba atenta pero sin entender la mitad de las cosas y sin
imaginarme como podían haber sido aquellos dos señores que estaban allí
enterrados. ¡Aún era demasiado joven para saber, si quiera, lo que era un
recuerdo!
Y en aquellos trajines de ir y venir, de limpiar y arrancar
malas hierbas, de recuerdos y oraciones, transcurría la mañana y llegaba pronto
la hora de comer. Para entonces el trabajo ya había quedado hecho y al sol
tibio de otoño comíamos lo que había preparado en el bolso, generalmente algo
de fiambre que no se echase a perder. Alrededor nuestro, otras familias hacían
exactamente lo mismo, y aquello se convertía en una especie de romería
especial, en la que no había risas, ni música, ni alegría, pero sí mucha gente
que hablaba con sus muertos y los recordaba perturbando la paz y el silencio
que reinaba en el lugar el resto del año.
Por la tarde rezábamos el rosario alrededor de la lápida
limpia y adornada. También había misa en la pequeña iglesia situada a la
entrada, en mitad de un pequeño jardín. Decían varias a lo largo del día y las
campanas, a menudo, tocaban a muerto, de una forma lenta y pausada, invitando
al recogimiento.
Luego llegaba el turno
de las visitas a otras familias conocidas, se saludaban unos a otros, se rezaba alguna oración por sus difuntos, y se evocaban viejas remembranzas. Esto era lo
que más me gustaba porque a veces ocurría, que en el paseíllo, encontraba algún
que otro niño con el que poder distraerme, aunque fuera de forma muy discreta,
pues los mayores en seguida nos reprendían y recordaban que estábamos en un
lugar sagrado y no se podía reír ni dar escándalo.
Así iba pasando el día,
y cuando el sol rozaba el tejado de la iglesia y la temperatura descendía, era
el momento de recoger los bártulos y regresar a casa. Una vez allí, la abuela
ponía unas lamparitas encendidas en aceite y las dejaba toda la noche.
Para los abuelos había sido un día de rezos y recuerdos que se
perdían en el tiempo, para mí tan solo un bonito día de fiesta que había pasado
con ellos, y que ahora, a su vez, también ha quedado en mi memoria.
Tiernos recuerdos de un día especial en cada año de tu infancia, Rita, muy bien narrado, un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias , María Cristina
EliminarUn besito
Hermosa entrada en honor a este día de los difuntos y sus hermosos recuerdos Rita.
ResponderEliminarSiempre es un gusto venir a tu espacio.
Feliz domingo amiga.
Un abrazo
Muchas gracias, Carmen. Sabes que siempre eres bien recibida.
EliminarUn abrazo
Muy linda y tierna entrada Rita, hay que ver como han cambiado las cosas. Mira siempre recuerdo a mi madre poniendo una vela en casa por los seres que ya no estaban, Un beso y feliz domingo.
ResponderEliminarCierto es, han cambiado tanto que parece que han pasado ya mil años por lo menos.
EliminarGracias por tu visita, Campirela.
Un besazo
Gracias por compartir tan bellas vivencias en un día tan simbólico como el de hoy. Un abrazo
ResponderEliminarSon recuerdos muy antiguos. Ahora ya es diferente, y este año lo es mucho más.
EliminarUn abrazo, Neuriwoman
Bonita tradición. Un beso
ResponderEliminarSi, es importante conservar las tradiciones.
EliminarUn abrazo, Susana
Precisos recuerdos. Era, o es, un día especial, con tristeza pero con recuerdos
ResponderEliminarUn abrazo
Asi es , un día para el recuerdo de los que se fueron.
EliminarGracias por tu visita, Albada.
Un abrazo
Bonitos recuerdos de un día inolvidable. La tradición es importante .
ResponderEliminarUn saludo
Si, es importante conservar las tradiciones.
EliminarGracias por venir, Jesús.
Un abrazo
Qué relato tan bonito del día de difuntos. Yo también lo recuerdo de forma parecida, un día para recordar a las personas que se han ido de nuestras vidas, para llevarles flores al cementerio y dejarlo todo limpio y arreglado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso es lo que se hace año tras año, pero esta vez parece que ha sido muy diferente. Las circunstancias mandan
EliminarUn beso, Ana
Has descrito perfectamente un día de difuntos en el cementerio. También lo recuerdo así en la niñez, en la actualidad solo vamos una hora por la mañana, menos este año que no está permitido ir a otra comunidad.
ResponderEliminarAbrazo.
Imagino que los que tenemos más o menos una edad haríamos cosas parecidas. Con el tiempo han ido cambiando, pero la finalidad es la misma, recordar a nuestros seres queridos que se fueron. Este año es diferente, pero espero que el próximo todo vuelva a la normalidad.
EliminarUn abrazo, Matías
Gracias por hacernos partícipes de un recuerdo tan bonito y por contárnoslo tan bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias por este comentario tan amable, Macondo.
EliminarUn abrazo
Siempre estarán en nuestro corazón aunque del mío se hayan llevado tres trozos. Cuando era niña yo iba con mi padre a llevar flores a mi abuelo y antes era la abuela quien limpiaba y ponía a punto la tumba. No entendí lo que significaba este día hasta que fui más mayor.
ResponderEliminarEste año no he podido ir por la pandemia, solo espero que alguien les lleve un flor a mis tres estrellas: mi madre, mi padre y mi hermano con tan solo 19 años.
Tus palabras son un recuerdo y un remanso de paz, Rita.
Este año está siendo muy diferente. Yo tampoco he vistado el cementerio pero a los seres queridos que están allí se les lleva en el corazón los 365 días del año.
EliminarUn beso grande, Airblue
Que entrañables recuerdos nos cuentas. Yo no iba al cementerio de pequeña ya que el panteón familiar estaba en una ciudad lejana de donde vivía con mis padres.Lo hacía de adulta cuando ya nos trasladamos a vivir a nuestra tierra y también tengo muchos recuerdos de aquellos años. Ahora vivo en otro lugar y también me pilla lejos el panteón familiar así que no lo puedo visitar pero no olvido ni olvidaré jamás a mis seres queridos que ya partieron.Besicos
ResponderEliminarLo importante es llevarlos en el corazón, Charo. Lo de visitar el cementerio es solo una tradición.
EliminarUn abrazo grande
Fantástico!:))
ResponderEliminar**
O Paraíso Enfeitado ... 🙏
*
Beijo, e um excelente Domingo: Dia de todos os Santos.
Fique em casa, se puder! :)
Muchas gracias, Cidalia por tu comentario.
EliminarUn beso
Bonita experiencia. Mi familia nunca ha compartido esas tradiciones de días concretos. Hemos ido mucho al cementerio de pequeños, pero nunca el Día de Difuntos. Cualquier otro día era tan estupendo como para ir. Así nos acercábamos bastantes veces al cabo del año y siempre hemos tenido el recuerdo de nuestros difuntos muy vivo, pero el Día de Difuntos era cuando no se iba al cementerio. En fin, tradiciones.
ResponderEliminarUn besote, seño.
Yo tampoco suelo ir ese mismo día, siempre lo hago o antes o después. Este año tendrá que ser después.
EliminarUn beso
Bonito recuerdo muy bien contado de unos usos y costumbres que se van desvaneciendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si, con el tiempo se van perdiendo y apareciendo otros. ¡Así son las cosas!
EliminarUn abrazo, Alfred
Es una tradición que en determinados lugares se viene haciendo de la misma manera que has narrado, Rita. Más soy de los que pienso que cualquier día del año es bueno para visitar un cementerio.
ResponderEliminarGenuina la manera de como lo detallas, amiga. Este año la verdad es que es mejor no hablar de ello, pero personalmente si he estado de una manera mucho más breve ya que no se permite mucha gente en los mismos.
Un abrazo con cariño y buenas noches.
Por esta tierra esas costumbres ya van desapareciendo.Ya nadie se queda en el cementerio a pasar el día con sus muertos, y este año mucho menos, tal como están las cosas. Son tradiciones que se van perdiendo, porque como dices cualquier día es bueno para ir al cementerio.
EliminarUn abrazo, Joaquín
Un genial relato Rita para conmemorar este día.
ResponderEliminarUn beso desde Plegarias en la Noche.
Muchas gracias, Tiffany. Un beso también para tí
EliminarQue descripción perfecta has hecho en este bello relato. Una tradición que viene perdiéndose pero nos deja inolvidables recuerdos de nuestra infancia.
ResponderEliminarQue tengas un a buen semana.
Un abrazo.
Las cosas han cambiado mucho desde que yo era niña, y más que irán cambiando con el tiempo, pero siempre quedan en el recuerdo.
EliminarUn abrazo, Sandra
Tiernos recuerdos amiga, bellos momentos al lado de los que ya partieron pero están siempre en nuestro corazón. Que tengas un lindo día. Saludos y cuídate.
ResponderEliminarMuchas gracias , Sandra.
EliminarUn beso grande
Son recuerdos muy bonitos, yo los tengo distintos pero siempre hay que recordarlos.
ResponderEliminarUn abrazo.
En cada lugar se tienen costumbres diferentes, pero es bonito recordarlas.
EliminarUn beso, Mari-P-R
Hola.
ResponderEliminarQué bonito lo has contado.
Yo fui muy poco al cementerio porque mi familia fue muy longeva. A partir de mis 30 años ya empezó a faltarme gente y ahora...ufffff.
Ayer tuve un día malo, no pude ir al cementerio donde tengo a los míos porque no se puede salir de la ciudad, y como tengo pérdidas muy recientes fue un día muy triste, la verdad.
Muy felia semana.
Cuando se tiene una pérdida reciente, este día es muy duro de llevar, y mucho más si ni siquiera puedes ir a visitar su tumba.
EliminarUn abrazo,Marigem
Una curiosa tradición la de pasar el dia junto a los muertos, conocidos y desconocidos, como un picnic mortuorio. Yo, de pequeño, no solía ir al cementerio con mis padres, supongo porque creían que no era cosa para niños. Ya de muy mayor sí que cumplía con la tradición de ir por Todos los Santos, pero, aun así, la visión de los nichos, a diferencia de las tumbas y mausoleos en tierra, siempre me ha producido un efecto muy tétrico. Ahora, que ya tengo también a mis padres enterrados, voy una vez al año pero evito ese día, con tanta aglomeración de gente. Este año todavia no he ido, por esa misma causa y por las restricciones por la pandemia. Pero iré en cualquier otro momento.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo voy tres o cuatro veces al año porque tengo también a mis padres y abuelos, y también evito el 1 de noviembre.Esas viejas costumbres ya se van perdiendo.
EliminarUn abrazo, Josep
Hola Rita.. Son días de recuerdo, y más este año que por fuerza tenemos que confinarnos y poder meditar, y recordar a nuestros seres queridos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es solo una costumbre porque a los seres que se fueron siempre se les lleva dentro.
EliminarUn abrazo, Llorenç
Has narrado muy bonito esos recuerdos tan hermosos e inolvidables.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Amalia.
EliminarUn beso
¡Hola Rita! Muy bonita la narración que hoy nos has regalado. Me traes recuerdos de mi infancia también, cuando acompañaba a mi abuela a dejarle flores a mi abuelo. Ahora ambos descansan en paz y nuevamente están juntos. Besitos y linda semana para ti.
ResponderEliminarEs un día de recuerdos.
EliminarMuchas gracias por dejar tu comentario.
Besos, Lady Blue
Esos recuerdo siempre los tendremos con nosotros Rita, aunque ahora las cosas han cambiado mucho y no se suelen ver niños por el cementerio, al menos en mi ciudad.
ResponderEliminarAbrazos.
Los niños no son frecuentes en los cementerios, pero alguno hay de vez en cuando.
EliminarUn beso grande, Conchi, y feliz día
En este ano mas que nunca,
ResponderEliminarse les recuerda y vivirán
en nuestra memoria.
Besitos dulces
Siby
¡Eso siempre!De nuestra memoria solo desaparecerán el día que nos juntemos con ellos.
EliminarUn abrazo, Siby
Una historia preciosa y que muestra qué respeto se tenía a los ancestros que se fueron.
ResponderEliminarVivo al lado del cementerio de la Almudena (a mí me gusta más llamarlo Cementerio del Este, pero el "nuevo" nombre es el que impera), mi madre está allí enterrada y suelo ir a visitarla de vez en cuando dándome un paseo desde mi casa. En el recorrido suelo ver a gente mayor cuidando de las lápidas de sus antepasados, limpiando, adornando o visitando. Hay algunas tumbas realmente llamativas por la profusión de flores, pero una me llama mucho la atención porque está totalmente cubierta de flores de papel que hacen dibujos geométricos preciosos y que tiene un trabajo increíble: es la tumba de un niño.
Bonita historia de tus recuerdos la que nos traes, Rita. Me ha encantado.
Un besote.
Yo tengo a mis padres en el cementerio, voy tres o cuatro veces al año, pero evito el Día de Todos los Santos. Suelo ir unos días después, y la verdad es que se ve todo muy bonito, lleno de flores con todas las tumbas adornadas. Las tumbas de los niños me dan una pena muy grande. Con frecuencia paso por una que tiene escrito" solo fuí alegría", y me emociona verla.
EliminarUn abrazo grande, Kirke
Esta tradición que tú tan bien recuerdas la he vivido de igual manera. Día de oración y recogimiento. También de traer a la memoria a aquellos que nos antecedieron.
ResponderEliminarPero a mi me pasa, siempre que visito un cementerio; que todavía lo hago, es recordar esos versos del poema de Becquer:¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!
Un abrazo.
Es tremenda el poema de Bécquer, pero a mí me gusta pensar de forma diferente. Errada o no, pero con algo más de esperanza.
EliminarFeliz día, Francisco
Me alegro que te guste, Julio.
ResponderEliminarUn abrazo de vuelta
Me alegra que esta costumbre se vaya perdiendo, aunque tu narración es muy valiosa.
ResponderEliminarAbrazo.
Muchas gracias, Pitt.
EliminarUn abrazo
Hola Rita, yo también recuerdo aquella época en la que mi abuela se levantaba con los útiles de limpieza. Ahora nos quedan las velas, las flores, y la limpieza este año nos la han fastidiado a los que estamos en otra localidad. Besos cariño :D
ResponderEliminarSiempre digo que las personas queridas fallecidas, no están en los cementerios, sino acompañando a los vivos.
EliminarUn abrazo, Margarita
Hola Rita , me ha hecho recordar en los tiempos en que yo también era pequeña
ResponderEliminary también iba con mi abuela o mi tía a ver por flores a mi visa abuelos , son recuerdos
que no se olvidan , te deseo una feliz tarde , besos de v..flor.
Este recuerdo le tenía casi olvidado pero este día me lo ha traído a la memoria.
EliminarUn beso. V..flor
Q precioso relato de cuando eras pequeña querida amiga y cuánto se disfruta al lado de los abuelos cuánta felicidad aunque fuera visitar un cementerio qctan triste es pero al lado de los abuelos todo es tranquilidad felicidad y alegría Un abrazo cielo
ResponderEliminarLos abuelos siempre tienen algo especial. Los nietos siempre quieren estar a su lado.
EliminarUn abrazo, Unknown
Hola Rita, como cambian los tiempos verdad?, nos relatas un bonito recuerdo que hoy en día muchos niños ni siquiera saben lo que es un cementerio, vivo cerca de uno pero hasta que no faltaron mis padres no lo había visitado y cada vez que voy se me desgarra el alma al no poder tenerlos a mi lado y mas en momentos duros como estos.
ResponderEliminarBesos.
A mí también me pasa lo mismo. Ir al cementerio supone una gran tristeza, pero yo creo que ellos donde están siempre no es en el cementerio sino en nuestros corazones.
ResponderEliminarUn abrazo, Piruja
Hola amiga ami tambien me gustaba mucho esta fecha antes, pero ahora que mis padres y mi esposo ya no están, odio que lleguen los días que más los extraño y todo a cambiado nada es lo mismo. Un placer leerte como siempre amiga, un abrazo espero estés bien.
ResponderEliminarPara mí son también unas fechas un poco tristes porque me recuerdan a los que ya no están, que cada vez van siendo más.
EliminarUn abrazo, Galdys
Hola Rita. ¡Qué relato más tierno y tejido con las hebras de los recuerdos! Deliciosamente descriptivo y con la frescura de la mirada de una niña. Me ha gustado. Un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mónica, por tu comentario y por seguir mi blog. Sé bienvenida.
EliminarUn abrazo
Que entrañable relato de este día en que la tradición nos lleva a honrar nuestros muertos.
ResponderEliminarEs bonito esa costumbre de limpiar las tumbas, adornarlas con flores y rezar. Lo has descrito muy bien.
Abrazos.
Las costumbres van cambiando. Ya no se pasa el día en el cementerio, pero si se limpian las tumbas y se adornan con flores.
EliminarGracias por tu visita, Maripaz.
Un beso
Para mí no es una fiesta hermosa. Ese día mi padre me llevaba al cementerio y me mostraba las lápidas de mis antepasados y de otros ilustres bejaranos. Por la noche leía en el salón de casa a Bécquer a la luz de una vela y me hablaba de mis abuelos y de que se le aparecerían por la noche. Dormía aterrada, con la cabeza debajo de las sábanas y, para lo que a mi padre parecía un juego, para mí era espeluznante. Él pensaba que yo no era miedosa, pero sí lo era, y mucho...
ResponderEliminarUn beso
A mí lo que me daba miedo era lo de las lamparitas que dejaban encendidas toda la noche por el alma de los difuntos. Me daba terror. Pasaba la noche con la cabeza metida entre las sábanas y sin atreverme a mover un solo dedo, por si se me aparecía algún muerto.
EliminarUn abrazo, Carmen
Gracias por compartir tus sentimientos y recuerdos, me has llevado a mi niñez, donde tuve vivencias parecidas a las tuyas y que guardé en el almacén de la memoria y que de vez en cuando los saco para volver a disfrutar de mis abuelos...
ResponderEliminarTan hermosos como añorados recuerdos muy bien relatados.
Un besazo.
De vez en cuando los recuerdos salen a la luz. Imagino que en los demás sitios del país se harían coas parecidas. Gracias por tu visita, Mª Carmen.
EliminarUn beso
Muy bonitos recuerdos Rita y sobre todo el recuerdo de los abuelos. Muchos besos.
ResponderEliminarMuchas gracias , Teresa.
EliminarUn abrazo
Un entrañable recuerdo de ti misma en aquellos tiempos.
ResponderEliminarQue no tanto por los que "dormían" allí dada la sensación de miedo que esas lamparitas provocaban...
Abrazos Rita.
Lo de las lamparitas por las noches a mí me causaba un terror enorme.
Eliminar¡Eran otros tiempos!
Un abrazo, Ernesto
Mucho de lo que cuentas mi querida Rita lo viví yo con mi abuela materna que vivía en Villaluenga. También me pasé el día en el cementerio con ella y con una de mis tías. Aquel día yo también me lo pasé muy bien, pero...hace tantos años...
ResponderEliminarUn beso querida.
Todos los que tenemos una cierta edad hemos vivido cosas muy parecidas, y más siendo de la misma zona, como tú y yo.
EliminarUn besito, amiga
Que lindo tu relato. Aqui ultimamente en Argentina, no se tiene ya esa costumbre, que si la tenia mi abuela y mi madre cuando era pequeña. PAra mi es un dia muy significativo, aunque no voy al cementerio porque todos mis seres que se fueron no tienen una tumba y estan en lugares muy dispersos que tiraron las cenizas. Lugares donde descansan y que han sido felices en sus vidas. UN beso, que tengas buen fin de semana
ResponderEliminarAquí también se va perdiendo esa costumbre, la gente va un ratito, deja unas flores y ya está. Bueno lo de limpiar las tumbas también se hace, pero nadie va allí a pasar el día, como antes.
EliminarUn beso, Estelita
Que hermosos recuerdos amiga Rita, una ternura la que transmite, esos recuerdos que quedan en el corazón por siempre.
ResponderEliminarUn abrazo amiga
Son recuerdos muy entrañables que no se olvidan.
EliminarUn abrazo, Jorge
Una narración hermosa que también nos lleva a guardar buenos recuerdos sobre nuestros seres queridos. Cualquier lugar es bueno para recordar a los que ya no están pero me gustaría destacar a Galicia y a México a nivel internacional como ejemplo a seguir.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Rita.
Si, a mí también me gusta ver las cosas en positivo.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Miguel.
Un abrazo
Fabulous blog
ResponderEliminarPlease read my post
ResponderEliminarMuchas gracias por dejar aquí la huella de tu paso.
EliminarRecuerdo de niño, apreciada Rita, atendiendo a los que cuentas de los rituales y demás ceremonias, costumbres y aparato del día de los muertos, que por aquí, era un visita obligada a quienes nos habían precedido en su tránsito al más allá. Y, no faltaban los cuentos de los mayores, sobre espíritus y fantasmas, y en especial de almas en pena, que han colmado y nutrido el género de las sagas y leyendas colombianas. Un abrazo, con aprecio. Carlos
ResponderEliminarPor aquí ocurría algo parecido. Era el tiempo de los fantasmas y desaparecidos. Hay costumbres muy parecidas en distintos lugares del planeta.
EliminarUn abrazo, Carlos
Una ceremonia en una fecha que todos tenían en cuenta. Lindo texto lleno de recuerdos, Beso
ResponderEliminarMuchas gracias, Hanna. ¡Bienvenida a mi blog!
EliminarUn abrazo
Me has traído hermosos recuerdos Rita, cuando de niños mis hermanos y yo en el pueblo íbamos con mi madre a adornar las sepulturas con flores. Para nosotros era un día feliz. Un beso.
ResponderEliminarEntrañable relato Rita!
ResponderEliminarLleno de emociones y bellos recuerdos.
Gracias por compartir.
Un abrazo y buen comienzo de Noviembre.